Guillermo (apodado Willy en familia) nació el 27 de enero de 1859 en Berlín. Era el hijo mayor del Príncipe Federico de Prusia y de su esposa, Victoria. Su abuelo paterno, Guillermo de Prusia era el hermano y heredero del rey Federico Guillermo IV de Prusia, que no tenía hijos. A su muerte en 1861 Guillermo heredó la corona prusiana y Federico, padre del futuro Guillermo II, se convirtió en príncipe heredero. La madre de Guillermo II era la hija mayor de la Reina Victoria y del Príncipe Alberto, así como la tía de la futura zarina de Rusia Alejandra Fiódorovna, esposa del último zar Nicolás II, y hermana de Eduardo VII del Reino Unido.
Retrato de Guillermo (izq) con su padres, Federico y Victoria, y su hermana Carlota, por Franz Xaver Winterhalter (1862) |
El parto fue difícil, y como consecuencia de ello el bebé nació con una deformidad en el brazo izquierdo, que los médicos de la corte berlinesa intentaron corregir en vano. Esta deformación consistía en una hipotrofia relativamente leve aunque visible. Guillermo la ocultaría celosamente durante toda su vida bajo uniformes militares y poses estudiadas de antemano, como se puede observar en varias fotografías de la época.
Con su padre Friedrich III , 1863 |
Ascenso al trono
A la muerte de su padre, quien solo reinó durante 99 días, el 15 junio de 1888, Guillermo II accedió al trono alemán. Sus condiciones como gobernante eran muy buenas ya que tenía una gran intuición para darse cuenta de la raíz de los problemas, y su formación intelectual era muy completa. Además, poseía grandes dotes de oratoria que le hicieron más de una vez exaltarse en sus discursos políticos y decir más de lo debido.
Se comprometió con la importancia de su misión y sentía firmemente que si Dios le había llevado a ganar la corona, también lo iluminaría para que pudiera seguir el camino correcto en el ejercicio de sus funciones como Káiser. Sin embargo, a pesar de estas excelentes cualidades, Guillermo II acusaba una cierta inmadurez y una clara tendencia a sobrestimar sus propios poderes, cuando ocupó el trono a los 29 años de edad. Aunque carecía de experiencia en el campo internacional, desde el comienzo de su reinado quiso mantener la autoridad monárquica en el interior de Alemania y en sus relaciones con el exterior. Para ello se propuso conservar el poderoso ejército de que disponía y crear una fuerte armada, no sólo para impedir que su país fuese atacado, sino para incrementar su prestigio entre las potencias extranjeras, siendo un emperador respetado por los forasteros. Esta es una de las causas por la cual Alemania tuvo un gran número de judíos sobre su territorio, Guillermo II respetaba el judaísmo.
Vida social y política entre 1888 y 1900
En su juventud, Guillermo estuvo muy enamorado de una de sus primas de Darmstadt, Ella von Hesse o futura Isabel Fiódorovna e intentó por todos los medios conquistarla sin éxito. El rechazo de Isabel se debió principalmente a los modales bruscos y poco atinados del entonces príncipe de Prusia. Nunca la olvidó. En su lugar, se casó el 27 de febrero de 1881, siendo Príncipe de Prusia, con la princesa Augusta Victoria de Schleswig-Holstein (1858-1921), con la que tuvo siete hijos.
Aunque en su juventud Guillermo había sido un gran admirador de Otto von Bismarck, la impaciencia característica de su personalidad y sobre todo la determinación por su parte de reinar y administrar al mismo tiempo –a diferencia de su abuelo, que solía encargar la administración diaria al brillante Bismarck– lo llevó rápidamente a un conflicto con el «Canciller de Hierro», la figura dominante en la fundación de su imperio. El viejo canciller creía que Guillermo II era un hombre ligero, que podía ser dominado, y mostraba respeto por las ambiciones de éste en la década de 1880. Después de un intento de su parte de introducir una ley antisocialista de largo alcance a principios de la década de 1890, la separación final entre el monarca y el estadista ocurrió pronto. Guillermo II no estaba dispuesto a iniciar su reinado con una masacre al por mayor de trabajadores industriales, y despidió a Bismarck en 1890.
Guillermo II designó entonces en su lugar a Leo von Caprivi, que posteriormente fue sustituido por el Príncipe Chlodwig zu Hohenlohe-Schillingsfürst en 1894. Al designar a Caprivi y luego a Hohenlohe, Guillermo II se embarcaba en lo que se conoce como «el nuevo curso», por medio del cual esperaba ejercer una decisiva influencia en el gobierno del imperio. Los historiadores debaten acerca del grado de éxito que tuvo Guillermo II al implantar el «gobierno personal» en su época. Pero queda clara la diferencia que existía entre la corona y el canciller en el período de Guillermo II. Estos cancilleres eran servidores civiles veteranos, no eran hombres de estado, políticos, como Bismarck lo fue. Guillermo II quiso evitar el resurgimiento de Bismarck, el «Canciller de Hierro», a quien había llegado a detestar, llamándolo «viejo grosero y aguafiestas». Bismarck jamás había permitido a ningún ministro ver en persona al emperador sin estar él presente, manteniendo así su influencia y su poder político. Después de su retiro forzado, hasta el día de su muerte, Bismarck se convirtió en un duro crítico de las políticas de Guillermo II, pero sin el apoyo del árbitro supremo de todas las designaciones políticas (el emperador), había poca oportunidad para que el viejo canciller pudiera ejercer alguna influencia.
Lo que sí logró Bismarck fue la creación del «Mito Bismarck». Esta visión (que algunos dirían que fue confirmada por sucesos posteriores) sostenía que con el despido de Bismarck, Guillermo II había deshecho cualquier posibilidad de que Alemania tuviera un gobierno estable y efectivo. Desde este punto de vista, el «nuevo curso» de Guillermo II se caracterizó por el descontrol del gobierno alemán, eventualmente conduciendo a la nación por una serie de crisis hasta los horrores de las dos guerras mundiales. Pero en realidad, Guillermo II estuvo probablemente en lo correcto al despedir a Bismarck, un hombre cuyas habilidades políticas estaban disminuyendo y que se había vuelto peligrosamente hostil con los elementos socialistas dentro del Reich.
Otro de los aspectos que jugaron en forma gravitante en la política exterior durante aquellos años fue la gran influencia que ejerció sobre Nicolás II de Rusia, manipulando astutamente en beneficio de los intereses alemanes, con consecuencias nefastas que acabarían por desencadenar la guerra entre Rusia y Japón en 1905, y posteriormente cuando brindó apoyo al Imperio austrohúngaro, desencadenó la Primera Guerra Mundial al obligar a movilizar a Rusia en defensa de los eslavos de Serbia.
Vida social y política entre 1900 y 1914
Tras el despido de Hohenlohe en 1900, Guillermo II designó canciller al hombre a quien llamaba «su propio Bismarck», el príncipe Bernhard von Bülow. Guillermo II esperaba encontrar en Bülow un hombre que combinara la habilidad del Canciller de Hierro con el respeto a los deseos del káiser, lo que permitiría al imperio ser gobernado como creyera conveniente. Guillermo II ya había notado el enorme potencial de Bülow, y muchos historiadores piensan que su designación como canciller no fue más que la conclusión de un largo período de «arreglos». Sin embargo, durante la década siguiente, Guillermo se desilusionó de su decisión, y en vista de la oposición de Bülow sobre el «Asunto del Daily Telegraph» de 1908 y otros más, el káiser despidió a Bülow y designó en su lugar a Theobald von Bethmann-Hollweg en 1909.
Bethmann era un burócrata de profesión, y con cuya familia había vivido Guillermo II cuando era joven. El káiser llegó a sentir un gran respeto por Bethmann-Hollweg, pero a pesar de eso, no estuvo de acuerdo con ciertas políticas de Bethmann, tales como sus intentos de reformar las leyes electorales prusianas.
La participación de Guillermo II en la esfera doméstica estuvo más limitada a principios del siglo XX que lo que había estado a comienzos de su reinado. Esto se debió, en parte, a la designación de Bülow y Bethmann (hombres de mucho más carácter que los primeros cancilleres de Guillermo II), pero también se debió a su creciente interés por los asuntos exteriores.
Política exterior entre 1888 y 1914
Guillermo II junto al rey Haakon VII de Noruega |
La política exterior alemana durante el reinado de Guillermo II se enfrentó con varios problemas significativos. Probablemente el más aparente fue que Guillermo II, un hombre impaciente por naturaleza, subjetivo en sus reacciones y afectado fuertemente por sus impulsos y sentimientos, no estaba personalmente preparado para conducir la política exterior alemana por un camino racional. Esta debilidad también lo hacía vulnerable a la manipulación por intereses de la élite de la política exterior alemana, y sucesos posteriores lo demostrarían.
Luego del despido de Bismarck, Guillermo II y su nuevo canciller se dieron cuenta de la existencia del Tratado de Reaseguro con el Imperio ruso, el cual era secreto y había sido concluido por Bismarck en 1887. La negativa de Guillermo II de renovar este acuerdo (que garantizaba la neutralidad de Rusia en caso de un ataque por Francia) fue vista por muchos historiadores como la peor ofensa cometida por Guillermo II en términos de política exterior. En realidad, la decisión de permitir el vencimiento del tratado fue principalmente responsabilidad de Caprivi, aunque Guillermo II apoyaba las acciones de su canciller. Es importante no sobreestimar la influencia del Emperador en materia de política exterior después del despido de Bismarck, pero es cierto que su participación contribuyó a la falta general de coherencia y consistencia de la política del Imperio Alemán con otras potencias.
Un ejemplo típico de esto fue su relación de «amor-odio» con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, y en particular con sus primos británicos. Un conflicto armado con el Reino Unido nunca fue totalmente descartado por Guillermo II, quien a menudo abrigaba sentimientos antibritánicos dentro de los principales ámbitos del gobierno alemán, a pesar de lo que su madre le había inculcado en su juventud. Cuando la guerra estalló en 1914, Guillermo II creyó sinceramente que era víctima de una conspiración diplomática fraguada por su tío Eduardo VII del Reino Unido, en la que el Reino Unido había buscado activamente «rodear» a Alemania a través de la conclusión de la Entente Cordiale con Francia en 1904 y un acuerdo similar con Rusia en 1907. Esto es un indicativo del hecho de que Guillermo II tenía un sentimiento bastante irreal sobre la importancia de la «diplomacia personal» entre los monarcas europeos, y no podía comprender que la totalmente diferente posición constitucional de sus primos británicos hacía esto bastante irrelevante.
Similarmente, creía que su relación personal con su primo político el zar Nicolás II de Rusia era suficiente para evitar la guerra entre los dos países. Durante una reunión privada en Björkö en 1905, Guillermo II concluyó un acuerdo con su primo. El káiser ascendió dicho acuerdo a un tratado de alianza, sin antes consultarlo con Bülow. Una situación similar confrontó el zar Nicolás durante su regreso a San Petersburgo, y el tratado era, como resultado, inválido. Pero Guillermo II creyó que Bülow lo había traicionado, y ese hecho contribuyó al creciente sentimiento de insatisfacción hacia el hombre que consideraba que sería su más leal sirviente.
En términos muy similares a los de la «diplomacia personal» en Björkö, sus intentos por evitar una guerra con Rusia por medio de un intercambio de telegramas con Nicolás II en los últimos días antes del estallido de la Primera Guerra Mundial no surtieron efecto debido a la realidad política de las potencias europeas. Sus intentos por atraer a Rusia estaban seriamente fuera de lugar a causa de la existencia de sus compromisos con el Imperio austrohúngaro. En caballerosa fidelidad a la alianza con Austria, Guillermo II informó al emperador austriaco Francisco José en 1889 que «el día de la movilización austrohúngara sería también el día de la movilización alemana». En caso de darse esta movilización austriaca, era más probable que se diera en contra de Rusia. Por tanto, una política de alianza con Rusia y Austria a la vez era imposible.
En la actualidad, es ampliamente reconocido que los diversos actos espectaculares que Guillermo II llevó a cabo en el ámbito internacional eran a menudo parcialmente alentados por la élite alemana de política exterior. Hubo un número de excepciones clave, tales como el famoso «telegrama Kruger» en el cual el káiser Guillermo II felicitaba al presidente bóer Paul Kruger de Transvaal por haber vencido al «raid de Jameson» de los británicos, indisponiendo así la opinión pública respecto a Alemania por parte de la población británica. Aunque su impacto total se sintió años después, su discurso del 27 de julio de 1900, en el que se exhortó a las tropas alemanas que habían sido enviadas para calmar la Rebelión de los Bóxers a emular a los antiguos hunos («hagan que la palabra «alemán» sea recordada en China durante mil años, de forma que ningún chino vuelva a atreverse siquiera a mirar mal a un alemán»), es otro ejemplo de su desafortunada inclinación a sus expresiones públicas inapropiadas (es menester recordar que esta desafortunada frase fue expresada después de la toma de la embajada alemana en China y posterior asesinato del embajador alemán -Klemens von Ketteler-).
Probablemente, el error personal más dañino cometido por Guillermo II en el terreno de la política exterior tuvo más impacto en Alemania que en el resto del mundo. El asunto del «Daily Telegraph» de 1908 se derivó de la publicación de ciertas opiniones de Guillermo II en una edición del diario británico de ese nombre. Guillermo II vio esto como una oportunidad para promover sus ideas y puntos de vista en cuanto a la relación diplomática entre Alemania y el Reino Unido, pero en su lugar, debido a sus arrebatos emocionales durante la entrevista, Guillermo II terminó negando no sólo a los británicos, sino también a los rusos, franceses y japoneses, sosteniendo que a los alemanes no les importaban los británicos; que los franceses y los rusos habían tratado de instigar a Alemania a intervenir en la Segunda Guerra de los Bóer; y que el desarrollo naval alemán estaba enfocado a frenar a los japoneses, no a los británicos. El efecto en Alemania fue bastante contundente, con serias llamadas para su abdicación mencionadas en la prensa. Comprensiblemente, Guillermo II mantuvo un comportamiento muy discreto después del fiasco del «Daily Telegraph», y posteriormente concretó su venganza forzando la renuncia del príncipe von Bülow, que había abandonado al emperador a la crítica pública asumiendo públicamente cierta responsabilidad por no haber editado la transcripción de la entrevista antes de su publicación.
La crisis del «Daily Telegraph» hirió profundamente la ya dañada autoconfianza de Guillermo II, tanto que pronto sufrió de grave depresión clínica, de la que nunca se recuperó realmente. A partir de ese momento perdió mucha de la influencia que con anterioridad había ejercido en términos de política exterior y doméstica.
En algunos casos, los errores diplomáticos de Guillermo II eran parte de una política de más alcance emanada de la élite de gobierno alemana. Una de tales acciones detonó la Primera Crisis Marroquí en 1906, cuando Guillermo II fue persuadido (muy en contra de sus deseos) a realizar una espectacular visita a Marruecos. Su presencia fue vista como una aserción de los intereses alemanes en Marruecos, e incluso hizo ciertas afirmaciones a favor de la independencia de Marruecos en un discurso. Esto lo condujo a una cierta fricción con Francia, que tenía intereses coloniales en ese país, acentuada por el gobierno alemán con la Crisis de Agadir. Sin embargo, nada de lo que Guillermo II hizo en el ámbito internacional tuvo más influencia que su decisión de llevar a cabo una política de construcción naval a gran escala.
Tampoco tranquilizaron mucho los ánimos de la Paz armada declaraciones altisonantes y con tono expansionista, dado el contexto de la época, hechas por Guillermo II tales como «Alemania busca su lugar bajo el Sol».
Una armada poderosa era el principal proyecto de Guillermo II. Había heredado de su madre el amor por la Royal Navy británica (la más poderosa del mundo) y cierta vez confesó a su tío Eduardo VII que su sueño era tener «una flota propia algún día», como los británicos. Guillermo II se sentía frustrado debido a que la flota alemana era escasa en comparación con la británica, así como por su incapacidad de ejercer una influencia alemana en Sudáfrica. Luego del escándalo del «telegrama Kruger», Guillermo II comenzó a emprender acciones para iniciar la construcción de una flota que pudiera rivalizar con la de sus primos británicos. Guillermo II tuvo la fortuna de llamar a su servicio al dinámico oficial de Marina Alfred von Tirpitz, a quien designó comandante general de la Oficina Naval del Reich en 1897.
El nuevo almirante había concebido lo que más tarde sería conocido como el «plan Tirpitz», por medio del cual Alemania podría forzar a Gran Bretaña a acceder a sus demandas en el ámbito internacional a través de la amenaza de una flota poderosa concentrada en el Mar del Norte. Tirpitz disfrutaba del total apoyo de Guillermo II en los presupuestos navales sucesivos de 1897 y 1900, por medio de los cuales la armada alemana se reforzaba para contender con la británica. La expansión naval en ese período eventualmente causó en Alemania severas crisis financieras para 1914. Guillermo II se enfocó en la construcción de acorazados de gran tamaño.
Primera Guerra Mundial
La crisis de Sarajevo
Guillermo II era íntimo amigo del archiduque Francisco Fernando de Austria y quedó profundamente conmocionado por su asesinato el 28 de junio de 1914 (véase Atentado de Sarajevo). Guillermo II ofreció su apoyo a Austria-Hungría para desmantelar la Mano Negra, la organización secreta que había planeado el asesinato, e incluso sancionó el uso de la fuerza por parte de Austria contra la presunta fuente del movimiento: El Reino de Serbia. Quería permanecer en Berlín hasta que la crisis fuera resuelta, pero su corte lo persuadió a ir a su crucero anual por el Mar del Norte el 6 de julio de 1914. Probablemente se sabía que su presencia sería útil para aquellos elementos en el gobierno que deseaban sacar provecho de esta crisis para aumentar el prestigio de Alemania, incluso con el riesgo de una guerra general, algo a lo que Guillermo era extremadamente aprensivo.
Guillermo hizo intentos erráticos para permanecer informado de la crisis por medio de telegramas, y cuando el ultimátum austrohúngaro se entregó a Serbia, se apresuró a volver a Berlín. Llegó a la ciudad el 28 de julio, leyó una copia de la respuesta serbia, y escribió en ella:
Una solución brillante, ¡y en apenas 48 horas! Esto es más de lo que se podría haber esperado. Una gran victoria moral para Viena; pero con ella todos los pretextos para la guerra caen al suelo, y [al Embajador] Giesl más le valía haberse quedado tranquilamente en Belgrado. En este documento, nunca debería haber dado órdenes para la movilización.
Sin que Guillermo lo supiera, los ministros y generales austrohúngaros ya habían convencido a Francisco José de Austria, de 84 años, que firmara una declaración de guerra contra Serbia. Como consecuencia directa, Rusia empezó una movilización general para atacar Austria en defensa de Serbia. En la noche del 30 de julio, cuando recibió un documento indicando que Rusia no cancelaría su movilización, Guillermo escribió un comentario con las siguientes observaciones:
…Porque yo ya no tengo ninguna duda de que Inglaterra, Rusia y Francia han acordado entre ellos, sabiendo que nuestras obligaciones en los tratados nos obligan a apoyar a Austria, usar el conflicto entre Austria y Serbia como pretexto para librar una guerra de aniquilación contra nosotros… Nuestro dilema sobre mantener la fe con el anciano y honorable Emperador ha sido aprovechado para crear una situación que le da a Inglaterra la excusa que ha estado buscando para aniquilarnos con una falsa apariencia de justicia, con el pretexto de ayudar a Francia y de mantener la conocida Balanza de Poder en Europa, es decir, enfrentando en nuestra contra todos los estados europeos para su propio beneficio.
Otros autores más recientes indican que Guillermo II realmente declaró: «La crueldad y la debilidad iniciarán la guerra más terrible del mundo, cuyo propósito es destruir Alemania. Porque no hay ninguna duda que Inglaterra, Francia y Rusia han conspirado entre ellos para librar una guerra de aniquilación en nuestra contra».
Cuando Berlín recibió la noticia de la movilización rusa, les fue posible a los ansiosos oficiales militares y a la Oficina de Asuntos Exteriores de Alemania de persuadir al káiser de que firmara la orden de movilización. Se dice que al firmar la orden de movilización, Guillermo II exclamó: «Se arrepentirán de esto, caballeros». Finalmente, el 1 de agosto de 1914, Alemania declaró la guerra a Rusia.
No es fácil demostrar que Guillermo II quisiera activamente desatar la Primera Guerra Mundial. A pesar de que tenía deseos de que el Imperio Alemán fuera una potencia mundial, nunca fue intención de Guillermo II conjurar un conflicto de gran escala para lograr tales fines. Simplemente quería que el Imperio Alemán prosperara en paz sin afectar negativamente a ningún otro país. A pesar de saber que una guerra a escala global era inminente, hizo grandes esfuerzos para preservar la paz, como demuestra su correspondencia con Nicolás II y su interpretación optimista del ultimátum austrohúngaro de que las tropas de esa potencia no irían más lejos de Belgrado, limitando así el conflicto. La referencia británica contemporánea de la Primera Guerra Mundial de ser la Guerra del Káiser, de la misma manera que la Segunda Guerra Mundial fue llamada la Guerra de Hitler, es vista actualmente como infundada (y hasta cierto punto injusta) al sugerir que Guillermo II fuera personalmente culpable de desatar el conflicto.
Guillermo II con varios generales alemanes |
Inicio de la guerra
Cuando se hizo obvio que Alemania experimentaría una guerra en dos frentes, y que el Reino Unido entraría en guerra si Alemania atacaba Francia a través de Bélgica, el pánico llevó a Guillermo a intentar redirigir el ataque principal hacia Rusia. Cuando Moltke el Joven (que había elegido ejecutar el plan de 1905, hecho por el ex General Alfred von Schlieffen, para la posibilidad de una guerra alemana en dos frentes) le dijo que eso era imposible, Guillermo le contestó: «¡Tu tío me habría dado una respuesta distinta!»
Guillermo también dijo: «¡Pensar que Jorge y Nicó me han engañado! Si mi abuela estuviera viva, nunca lo hubiera permitido.» En el plan Schlieffen original, Alemania atacaría al (supuesto) enemigo más débil, en este caso, Francia. El plan suponía que costaría un tiempo antes de que Rusia estuviera preparada para la guerra. Derrotar a Francia había sido fácil durante la Guerra Franco-Prusiana de 1870. Con las fronteras de 1914, un ataque al sureste de Francia podía ser detenido por las fortalezas francesas en la frontera. Se decidió atacar por Bélgica, aunque Guillermo consiguió que von Moltke el Joven no invadiera también los Países Bajos.
El Káiser en la sombra
El papel de árbitro en los asuntos de política exterior en tiempos de guerra probó ser una carga demasiado pesada para Guillermo II. El Alto Mando continuó con la estrategia vigente a pesar de que era obvio que el plan Schlieffen había fallado. A medida que la guerra progresaba, su influencia decaía e, inevitablemente, su falta de habilidad en materia militar lo condujo a una progresiva dependencia de sus generales.
En 1916, el Imperio se había convertido en una dictadura militar bajo el control de Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff. Alejado de la realidad y del proceso político de toma de decisiones, Guillermo II vacilaba entre el derrotismo y los sueños de victoria, dependiendo de la fortuna de «sus» ejércitos. Continuó siendo una figura útil, viajaba por las líneas del frente, repartía medallas y daba alentadores discursos. La inactividad de la flota alemana durante los primeros años de la guerra se debió al deseo del Káiser contra el parecer de Von Tirpitz. Similarmente, Guillermo II fue instrumento de la política de inactividad adoptada por la Flota de Alta Mar alemana luego de la batalla de Jutlandia en 1916.
Hindenburg (izq), Guillermo II (centro) y Ludendorff (der) estudiando posiciones en un mapa militar |
No obstante, Guillermo II seguía teniendo la máxima autoridad en materia de designaciones políticas, y sólo con su consentimiento se podían hacer cambios importantes en el Alto Mando. Guillermo II estaba a favor de despedir a Helmut von Moltke el Joven en septiembre de 1914 y de reemplazarlo por Erich von Falkenhayn.
En 1917, Hindenburg y Ludendorff decidieron que Bethman-Hollweg ya no era acceptable como Canciller, y le pidieron al Káiser que designara a otra persona. Cuando les preguntó a quién aceptarían, Ludenddorf recomendó a Georg Michaelis. Guillermo no lo conocía, pero aceptó la propuesta.
Cuando escuchó en julio de 1917 que su primo Jorge V había cambiado el nombre de la casa real británica de Sajonia-Coburgo y Gotha a Windsor, debido al sentimiento germanófobo en el Reino Unido, Guillermo indicó que había planeado ver la obra de Shakespeare Las alegres comadres de Sajonia-Coburgo y Gotha.
A mediados de 1918, se puso de manifiesto la imposibilidad de que Alemania ganase la guerra; un Consejo de la Corona, bajo la presidencia de Guillermo II, decidió iniciar las conversaciones de paz, pero se perdió mucho tiempo en tomar esta decisión. El apoyo hacia el Káiser se colapsó por completó en octubre-noviembre de 1918 en el ejército, en el gobierno civil, y en la opinión pública alemana. En gran medida se debe a su sentido de sufrimiento que Guillermo II haya tratado de tomar un papel predominante en la crisis de 1918. Se dio cuenta de la necesidad de un armisticio y no consideraba que Alemania debiera desangrarse por una causa perdida. Dada su escasa popularidad, el Presidente Woodrow Wilson dejó claro que el Káiser no podía tomar parte en las negociaciones de paz. Ese año, Guillermo también enfermó debido a la epidemia de gripe de 1918, aunque sobrevivió.
Abdicación y huida
Guillermo II se encontraba en el cuartel general del Ejército Imperial en Spa (Bélgica) a finales de 1918. El motín de Wilhelmshaven, surgido en la Kaiserliche Marine (marina imperial alemana) lo conmocionó profundamente. Después del estallido de la Revolución Alemana, Guillermo II no podía decidirse si abdicar o no. Hasta ese punto, confiaba que incluso si era obligado a abandonar el trono alemán, aún tendría el control sobre el reino de Prusia, manteniendo su título. La irrealidad de esto se reveló cuando, con el fin de preservar alguna forma de gobierno en tiempos de anarquía, la abdicación de Guillermo II como Emperador de Alemania y como rey de Prusia fue anunciada por el Canciller, el príncipe Max von Baden, el 9 de noviembre de 1918. De hecho, el mismo von Baden fue obligado a renunciar más tarde ese mismo día, cuando quedó claro que sólo Friedrich Ebert, líder del SPD, podría ejercer un control efectivo.
Guillermo II aceptó la abdicación sólo después de que Ludendorff fuera reemplazado por el general Wilhelm Groener. Este último le informó que el ejército se retiraría bajo las órdenes de Hindenburg, pero que no lucharía para ayudar a Guillermo II a recuperar el trono. La monarquía había perdido a su último y más fuerte apoyo, y finalmente el mismo Hindenburg (que estaba a favor de la monarquía) fue obligado (con cierta vergüenza) a aconsejar al Emperador que presentara su abdicación.
Al día siguiente, el exemperador Guillermo II cruzó la frontera alemana en tren camino a su exilio en los Países Bajos, que se había mantenido neutral durante la guerra. Tras la firma del Tratado de Versalles en 1919, el artículo 227 del mismo estipulaba la persecución legal contra Guillermo II «por haber cometido una ofensa suprema en contra de la moralidad internacional y la santidad de los tratados», pero la Reina Guillermina rehusó extraditarlo, a pesar de las apelaciones por parte de los Aliados. El emperador se asentó en Amerongen, y luego se le otorgó un pequeño castillo en la municipalidad de Doorn, el cual fue su hogar por el resto de su vida.
Vida en el exilio
En 1922, Guillermo II publicó el primer volumen de sus memorias, un pequeño volumen que, sin embargo, reveló la extraordinaria memoria de Guillermo II. En ellas afirmaba que él no era el culpable de haber desatado la Gran Guerra y defendía su conducta a lo largo de su reinado, especialmente en materias de política exterior. Durante los 20 años restantes de su vida, el envejecido emperador regularmente entretenía a sus huéspedes y se mantenía informado de los acontecimientos mundiales. Gran parte de su vida en el exilio la pasó cortando madera (un pasatiempo que descubrió desde que llegó a los Países Bajos). Parece que su actitud hacia el Reino Unido y los británicos finalmente se unió en este período en un tibio deseo de emular las costumbres británicas. Se dice que lo primero que Guillermo II pidió, luego de llegar a los Países Bajos, fue «una buena taza de té británico«. No siendo capaz de volver a llamar a su barbero de la corte, y en parte debido a su deseo de disfrazar sus características físicas, Guillermo II se dejó crecer una barba completa, permitiendo así que su famoso bigote se inclinara hacia abajo.
Guillermo II con su hijo y su nieto. |
A principios de la década de 1930, el ex-emperador aparentemente esperaba que la victoria del Partido nazi estimularía el interés en Alemania por el resurgimiento de la monarquía. Su segunda esposa, Herminia, pidió activamente al gobierno nazi beneficios para su esposo, pero el desprecio de Adolf Hitler por el hombre responsable de la peor derrota militar de Alemania hasta entonces, y sus propios deseos de poder absoluto, impidieron que el Tercer Reich aceptase cualquier idea de restablecimiento de la monarquía. Si bien había oficiales antiguos en la Wehrmacht que no desaprobaban la idea de restablecer una monarquía (con Guillermo II o alguno de sus descendientes), gran parte de los jerarcas nazis y de sus propias masas de simpatizantes rechazaba de plano el retorno de los Hohenzollern al poder, por lo que Hitler pronto descartó semejante idea.
Guillermo II en 1933. |
A pesar de haber recibido a Hermann Göring en Doorn al menos en una ocasión, Guillermo II desconfiaba de las intenciones de Hitler, aunque admiraba enormemente el éxito que éste había logrado en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, e incluso envió al Führer un telegrama de felicitaciones después de la caída de París en 1940. También había asegurado en septiembre de 1939 a Hitler el apoyo leal de los miembros de la antigua Casa de Hohenzollern (entre ellos seis nietos del exemperador) que eran oficiales de la Wehrmacht. Sin embargo, tras la invasión germana de los Países Bajos en mayo de ese mismo año, el anciano Guillermo II se retiró completamente de la vida pública. No obstante la ocupación alemana en suelo holandés, los líderes nazis tampoco realizaron entonces ningún acercamiento oficial al antiguo káiser.
Personalidad
Guillermo II tenía una personalidad compleja, brutal para algunos, manipulador excesivo para otros, en suma una personalidad que algunos historiadores han tildado de megalómana extrema, poco tolerante y avasallante. No por ello menos inteligente y vivaz, y se ha afirmado que con el tiempo y la experiencia adquirió astucia política y militar.
En memoria de Guillermo II. |
Resulta interesante que, dados sus orígenes ingleses, Victoria tratase de inculcar en su hijo un sentido de supremacía británica en muchos aspectos. Insistía en llamar a sus hijos por sus nombres en inglés: a Guillermo (Wilhelm) lo llamaba «William» y a su segundo hijo Enrique (Heinrich) le llamaba «Henry». Ciertamente, el futuro káiser sentía un profundo respeto por Gran Bretaña, por su abuela la reina Victoria y por los ingleses. Esto se dio desde las etapas más tempranas de su desarrollo.
Guillermo II fue educado en Kassel en el instituto de enseñanza Friedrichsgymnasium y en la Universidad de Bonn. Poseía una mente muy ágil, que era frecuentemente subyugada por su temperamento cascarrabias. Tenía cierto interés por la ciencia y la tecnología del período, pero gustaba de hacer notar a la gente que él era un hombre de mundo, perteneciente a un orden distinto de la raza humana, designada a la monarquía. Guillermo II fue acusado de megalomanía, en 1894, por el pacifista alemán Ludwig Quidde.
Como vástago de la casa real de Hohenzollern, Guillermo II estuvo expuesto, desde una edad temprana, a la sociedad militar de la aristocracia prusiana. No es necesario mencionar que esto fue un elemento importantísimo en su vida, ya que se puede notar con facilidad que en su madurez era raro verlo sin el uniforme militar. Esta cultura militar del período tuvo un gran papel al forjar el carácter político de Guillermo II, así como en sus relaciones personales.
Un indicio de su personalidad agresiva está en su deporte preferido: la caza mayor en la cual Guillermo II se jactaba de haber matado a más de 1000 ciervos.
La relación de Guillermo II con los demás miembros de su familia era tan interesante como la que tenía con su madre. Veía a su padre con un profundo amor y respeto. La posición de su padre como héroe de las guerras de unificación fue responsable de la actitud del joven Guillermo, ya que en las circunstancias en las que fue criado, el contacto emocional cercano entre padre e hijo no era muy alentado. Más tarde, cuando estuvo en contacto con los opositores políticos de su padre, Guillermo II adoptó sentimientos ambivalentes hacia su padre, dada la notable influencia de su madre sobre una figura que debió haber sido de independencia masculina y de fuerza.
Guillermo I murió en Berlín el 9 de marzo de 1888, y el padre del príncipe Guillermo fue proclamado emperador como Federico III de Alemania. Federico murió de cáncer de garganta, y el 15 de junio de ese mismo año, su hijo de 29 años lo sucedió como Emperador de Alemania y Rey de Prusia.
Guillermo II también idolatraba a su abuelo, Guillermo I de Alemania, y posteriormente intentó implementar una cultura del primer emperador alemán como «Guillermo el Grande».
Familia
Guillermo II y su primera esposa Augusta Victoria. |
Su madre era la princesa real Victoria del Reino Unido y su padre era el príncipe heredero Federico de Prusia futuro Federico III de Alemania. Nieto de la reina Victoria del Reino Unido.
El 27 de febrero de 1881, Guillermo II, entonces Príncipe de Prusia, se casó con la princesa Augusta Victoria de Holstein-Sonderburg-Augustenburg (1858-1921), con la que tuvo siete hijos:
- Guillermo (Wilhelm (Guillermo)) (1882-1951), Príncipe Heredero.
- Eitel Federico (Eitel Friederich) (1883-1942).
- Adalberto (Adalbert) (1884-1948).
- Augusto Guillermo (August Wilhelm) (1887-1949).
- Óscar (Oskar) (1888-1958).
- Joaquín (Joachim) (1890-1920).
- Victoria Luisa (Viktoria Luise) (1892-1980).
Guillermo II con su primera esposa Augusta Victoria y sus hijos, 1896. |
Después de la muerte de Augusta Victoria, Guillermo II contrajo matrimonio con la princesa Herminia de Reuss-Greiz el 9 de noviembre de 1922. No tuvo descendencia de su segundo matrimonio.
Herminia con Guillermo II y su hija Enriqueta en Doorn, 1931. |
Herminia de Reuss-Greiz y Guillermo II en Huis Doorn en 1933. |
Guillermo II murió de embolia pulmonar en Doorn (Países Bajos) el 4 de junio de 1941, con soldados alemanes custodiando las puertas de su residencia al enterarse del fallecimiento del ex-emperador. Guillermo II fue sepultado en un mausoleo en las tierras de Huis Doorn, que desde entonces se han convertido en un lugar de peregrinaje de los monárquicos alemanes.
Tumba de Guillermo II en Doorn |
Se respetaron los deseos de Guillermo II de que sus restos nunca fueran devueltos a Alemania hasta que se restaurase la monarquía, y las autoridades nazis de ocupación permitieron que se realizara un pequeño funeral de tipo estrictamente militar, en tanto dicho acontecimiento no implicase que el Tercer Reich apoyaba la monarquía. Aun así no se respetó la petición de Guillermo II, de que la esvástica y otros símbolos nazis no se desplegaran en sus funerales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario