Reinó los Países Bajos durante más de cincuenta años, el reinado más largo de un monarca holandés. Durante su reinado se produjeron varios acontecimientos clave en la historia holandesa y mundial: la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, la gran crisis económica holandesa de 1933 y el declinar de los Países Bajos como imperio colonial. En el exterior de los Países Bajos es recordada por su papel durante la Segunda Guerra Mundial, inspirando la resistencia holandesa y convirtiéndose en una destacada líder del gobierno holandés en el exilio.
Fue la hija única del rey Guillermo III de los Países Bajos y de su segunda esposa, la princesa Emma de Waldeck-Pyrmont. Su infancia se caracterizó por una estrecha relación con sus progenitores, especialmente con su padre, que ya tenía 63 años cuando su hija nació.
Guillermo III ya había tenido tres hijos con su primera esposa, la Reina Sofía. Sin embargo, cuando Guillermina nació, el rey ya había sobrevivido a dos de ellos y sólo vivía el Príncipe Alejandro de Orange, que no tenía hijos. Por lo tanto, Guillermina fue la segunda en la sucesión al trono holandés desde que nació. Cuando Guillermina tenía 4 años, el Príncipe Alejandro murió y ella se convirtió en la heredera real.
Guillermo III falleció el 23 de noviembre de 1890 y aunque la Princesa Guillermina se convirtió inmediatamente en Reina de los Países Bajos, fue su madre Emma quien gobernó como regente. En 1895, Guillermina visitó a la Reina Victoria del Reino Unido, que anotó una superficial entrada en su diario: “La joven Reina (…) todavía tiene su pelo suelto. Es esbelta y grácil y en una primera impresión parece una niña muy inteligente y dispuesta. Habla bien el inglés y sabe cómo comportarse de forma encantadora”.
En 1901 Guillermina se casó con el Príncipe Enrique Vladimiro, Duque de Mecklemburgo-Schwerin. Aunque se ha dicho que fue un matrimonio de estado sin apenas amor, parece que en sus comienzos Guillermina sintió un afecto genuino por Enrique, al que no agradaba su papel como príncipe consorte, que consideraba aburrido y una mera formalidad decorativa, y que le obligaba a someterse a su esposa. Carecía de poder político efectivo en los Países Bajos, y Guillermina se aseguró de que esa situación permaneciera.
Una serie de embarazos fallidos también contribuyeron a poner en crisis su matrimonio. Se sabe que el Príncipe Enrique tuvo varios hijos ilegítimos, lo que agravó la situación. Sin embargo, el nacimiento de la Princesa Juliana el 30 de abril de 1909 constituyó un alivio después de ocho años de matrimonio.
Reinado
La Reina Guillermina en 1909 |
Precavida y cuidadosa, actuando dentro de las limitaciones de lo que esperaban de su monarca los holandeses y sus representantes electos, Guillermina mostró una fuerte voluntad y personalidad a lo largo de su reinado. Estas virtudes le proporcionaron gran popularidad cuando, con 20 años, la reina ordenó a un barco de guerra holandés en Sudáfrica que rescatara a Paul Kruger, el presidente de Transvaal. Debido a esta acción, Guillermina atrajo la atención y el respeto internacional.
Guillermina sentía un profundo desagrado por el Reino Unido, que se había anexionado las repúblicas sudafricanas de Transvaal y el Estado Libre de Orange tras la guerras de los bóeres. Los bóeres eran los descendientes de los primeros colonos holandeses que habían llegado a la zona, y Guillermina sentía simpatía por ellos.
La Reina Guillermina también disponía de una gran perspicacia empresarial y sus inversiones la convirtieron en una de las mujeres más ricas del mundo. (Incluso durante una época se consideró que era la mujer más rica del mundo, un mito heredado por su hija y su nieta.) La familia real holandesa todavía sigue siendo la inversora más importante de la Royal Dutch Shell, la principal empresa petrolera de Holanda, y una de las mayores empresas petroleras del mundo.
Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, Guillermina había visitado al Emperador Guillermo II de Alemania, que según una anécdota presumió ante la reina de su poder diciendo: “Mis guardias miden más de 2 metros y los vuestros sólo les llegan al hombro”. La reina sonrió educadamente y respondió: “Cierto, Su Majestad, sus guardias miden más de 2 metros, pero cuando abrimos nuestros diques el agua llega a más de 3 metros.”
Primera Guerra Mundial
Guillermina fue llamada la “reina de los soldados”, pero como mujer no podía ostentar el título de Comandante Supremo. A pesar de esta limitación, la reina aprovechó cualquier oportunidad para inspeccionar las fuerzas armadas holandesas y expresar sus opiniones. En muchas ocasiones aparecía sin previo aviso, deseando contemplar la realidad militar, no un espectáculo preparado. Quería a sus soldados y se mostró disconforme con los sucesivos gobiernos holandeses, que continuamente aprobaban recortes en los presupuestos militares para ahorrar gastos.
Durante la guerra también fue llamada la “reina guardiana”. A pesar de sus buenas relaciones con Alemania, temía un ataque de los alemanes contra su país, especialmente en los comienzos del conflicto. Sin embargo, los ataques a la soberanía holandesas vinieron del Reino Unido y de los Estados Unidos, que con su bloqueo comercial apresaron muchos barcos mercantes holandeses en un intento de entorpecer los suministros de Alemania. Debido a las continuas tensiones entre los Países Bajos y las fuerzas de los Aliados, los holandeses se aferraron a su neutralidad.
Hacia el final del conflicto se extendió el descontento civil, provocado por la revuelta bolchevique en Rusia en 1917. Un líder socialista holandés llamado Troelstra trató de derribar el gobierno y la monarquía. Pero en lugar de recurrir a una revolución violenta quería controlar el “Tweede Kamer”, la cámara legislativa del Parlamento, y esperaba conseguirlo mediante las elecciones, convencido de que la clase trabajadora le apoyaría en masa. Sin embargo, la popularidad de la Reina Guillermina le ayudó a restaurar la confianza popular en el gobierno mediante una serie de actos públicos y populistas. Pronto quedó claro que la revolución socialista iniciada en Rusia no se extendería a los Países Bajos.
Después del armisticio y el fin de la Primera Guerra Mundial, el emperador Guillermo II, que había sido obligado a renunciar a su trono, se exilió a los Países Bajos, donde el gobierno holandés le ofreció asilo político, debido en gran parte a los lazos del emperador con la reina Guillermina. En respuesta a los esfuerzos de los Aliados por juzgar a Guillermo, la reina convocó a los embajadores ante su presencia y les leyó los derechos de asilo.
Período de entreguerras
Durante las décadas de 1920 y 1930, los Países Bajos comenzaron a emerger como poder industrial. Los ingenieros holandeses consiguieron ganar vastos terrenos al mar mediante el proyecto Zuiderzee.
A finales de 1934 moría el Príncipe Enrique, el marido de Guillermina, un año especialmente difícil en que también había fallecido su madre, la reina Emma.
Durante este período y sobre todo durante la crisis económica de la década de 1930, el poder personal de Guillermina alcanzó su auge, debido sobre todo a la elección de sucesivos gobiernos monárquicos, dirigidos por la destacada figura del primer ministro Hendrik Colijn, del Partido Antirrevolucionario. Guillermina participó en muchos asuntos y problemas de Estado, bien directamente o expresando su opinión en privado.
En 1939, el quinto y último gobierno de Hendrik Colijn fue derribado por una moción de confianza dos días después de su formación. Parece que la propia Reina Guillermina estuvo detrás de la formación de este último gobierno, que fue diseñado para convertirse en un gabinete “real” extraparlamentario. La reina se mostraba muy escéptica con el funcionamiento del sistema parlamentario, y de forma encubierta y sutil trató de manipularlo en más de una ocasión.
Durante esta época también preparó el matrimonio entre su hija Juliana y el conde Bernardo de Lippe-Biesterfeld, un príncipe alemán que había perdido la mayor parte de sus posesiones tras la Primera Guerra Mundial. Aunque al principio su elección como consorte despertó suspicacias ante los rumores infundados de sus simpatías hacia el gobierno nazi de Alemania, con el tiempo el Príncipe Bernardo se convertiría en una de las figuras más populares de la familia real holandesa.
Segunda Guerra Mundial
El 10 de mayo de 1940, el ejército de Alemania invadió los Países Bajos, y la Reina Guillermina y su familia fueron evacuados al Reino Unido tres días después. La Reina Guillermina deseaba permanecer en los Países Bajos: había planeado dirigirse a la provincia de Zelanda en el sur del país con sus tropas para coordinar la resistencia en la ciudad de Breskens y permanecer allí hasta que llegara la ayuda, como había hecho el rey Alberto I de Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Un crucero británico iba a llevarla primero a la ciudad de La Haya, pero cuando se encontraba a bordo, el capitán le dijo que le era imposible acercarse a la costa holandesa, ya que Zelanda estaba siendo bombardeada por la Luftwaffe y la situación era muy peligrosa. Guillermina aceptó viajar al Reino Unido, desde donde esperaba regresar tan pronto le fuera posible, pero sus planes se demoraron.
Durante un tiempo estuvo en Canadá, donde se refugiaron varios miembros de su familia. Allí vivió en Rideau Hall, la residencia del Gobernador General canadiense. Se dice que mientras estuvo allí llamó la atención por sus costumbres relativamente sencillas. La reina insistió en hacer las compras en persona, paseando por las calles de Ottawa sin compañía y viajando en transportes civiles.
Los ejércitos holandeses terminaron rindiéndose el 15 de mayo de 1940. La Reina Guillermina asumió en su exilio el liderazgo del gobierno holandés exiliado, estableciendo una estructura ejecutiva y enviando un mensaje al pueblo holandés.
Las relaciones entre el gobierno holandés en el exilio y la reina fueron tensas, con un desagrado mutuo y varios desencuentros a medida que avanzaba la guerra. Guillermina consideraba que su figura debía ser la más destacada, debido a su experiencia y conocimiento, así como su popularidad y respeto entre otros líderes mundiales. Por otra parte, en aquella situación el gobierno holandés carecía del poder del parlamento para respaldar sus decisiones y pocos recursos a los que acudir. La primera crisis surgió cuando el primer ministro holandés en el exilio, Dirk Jan de Geer, intentó entablar negociaciones separadas con los nazis para conseguir un acuerdo de paz, pues creía que los Aliados no ganarían la guerra. Guillermina se opuso a las negociaciones y finalmente consiguió deponer al primer ministro con el apoyo del ministro Pieter Gerbrandy.
Durante la guerra, la fotografía de la reina fue una señal de resistencia contra los alemanes. Como Winston Churchill, la Reina Guillermina envió mensajes al pueblo holandés desde el exilio a través de la emisora Radio Oranje.
La Reina llamó a Adolf Hitler “el archienemigo de la humanidad”. Sus apariciones radiofónicas fueron bien recibidas por los holandeses, que tuvieron que escucharlas clandestinamente. Una anécdota publicada en su obituario en el “New York Times” ilustra cómo era valorada por sus súbditos durante este período: “Aunque la celebración del cumpleaños de la reina fue prohibida por los nazis, la conmemoración se celebraba. Cuando los feligreses de la pequeña ciudad pesquera de Hize se levantaban y cantaban versos del himno nacional holandés Wilhelmus van Nassauwe en el cumpleaños de la reina, la ciudad tuvo que pagar una multa de 60.000 guilders.”
Durante la guerra, la Reina casi resultó asesinada por una bomba que acabó con las vidas de varios de sus guardias y que dañó seriamente su propiedad cerca de South Mimms en Inglaterra. En 1944, la Reina Guillermina se convirtió en la segunda mujer que entró en la prestigiosa Orden de la Jarretera.
Churchill la describió como “el único hombre de verdad en los gobiernos exiliados en Londres”.
La Reina desarrolló ideas durante su estancia en Inglaterra para renovar la vida social y política holandesa tras la liberación. Quería crear un gabinete real fuerte formado por los principales líderes de la resistencia. Había depuesto al primer ministro De Geer con la aprobación de los demás políticos holandeses. Sin embargo, puede decirse que en general la Reina “odiaba” a los políticos, que consideraba alejados de la realidad del pueblo. Cuando los Países Bajos fueron liberados en 1945, se sintió decepcionada al comprobar que el poder político era nuevamente ocupado por las facciones políticas anteriores a la guerra.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la Reina Guillermina tomó la decisión de no volver a su palacio y se trasladó a una mansión en La Haya, donde vivió durante ocho meses y viajó por el país para motivar a sus súbditos, en ocasiones utilizando bicicleta en lugar de coche. Sin embargo, en 1947, mientras el país seguía recuperándose de los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, las revueltas en las colonias holandesas del Sudeste Asiático provocaron duras críticas contra la reina y la élite económica. Su pérdida de popularidad y la presión internacional la llevaron a abandonar las colonias y a abdicar poco después.
Últimos años
El 4 de septiembre de 1948, después de reinar 58 años y 50 días, la reina Guillermina abdicó a favor de su hija Juliana. Desde entonces asumió el tratamiento de “Su Alteza Real la Princesa Guillermina de los Países Bajos”. Tras su reinado, la influencia de la monarquía holandesa comenzó a declinar, aunque su popularidad se mantuvo. Guillermina se retiró al Palacio Het Loo, haciendo pocas apariciones públicas hasta que el país fue devastado por la inundación de los Países Bajos en 1953.
Una vez más recorrió el país animando y motivando a los holandeses.
Durante sus últimos años escribió su autobiografía titulada Eenzaam, maar niet alleen (En solitario, pero no sola), en la que opinaba sobre los acontecimientos que habían marcado su vida, mostrando sus motivaciones y unos fuertes sentimientos religiosos.
La Reina Guillermina murió a los 82 años el 28 de noviembre de 1962 y fue enterrada en el panteón familiar de la familia real holandesa en Nieuwe Kerk en Delft el 8 de diciembre de 1962.
El funeral fue, a su petición, y contrariamente al protocolo, completamente de blanco, para expresar su creencia de que “la muerte terrenal sólo es el comienzo de la vida eterna”.
Si Guillermina no hubiera abdicado en su hija antes de morir, habría reinado 72 años y 5 días, lo que habría sido el segundo reinado más largo de Europa (tras el de Luis XIV de Francia), el sexto más prolongado del mundo y el más largo de una mujer en toda la historia.
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