Madrazo y Agudo, José de (1781-1859).
Madrazo nació en Santander marchando pronto a Madrid para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde fue discípulo de Gregorio Ferro (1742-?) director de la institución y un ferviente admirador y seguidor de Mengs. Dotado de un espíritu curioso e inquieto, viajó en 1803 a París con una pensión que le permitió entrar como discípulo en el taller de J. L. David (1748-1825). Desde 1806 estaba en Roma donde aprendía del ambiente artístico de la bulliciosa ciudad, pero también de Ingres (1780-1867) con quien tuvo ocasión de trabajar en el Quirinal.
José de Madrazo y Agudo |
Las circunstancias hicieron que cuando en 1808 España fue ocupada por los ejércitos de Napoleón, fuera encarcelado en el castillo de Sant’Angelo por negar acatamiento al rey Intruso, José Bonaparte, al igual que otros pensionados españoles que en esos momentos estaban en Roma.
Madrazo tuvo ocasión de conocer en la capital romana a los reyes abdicados Carlos IV y Mª Luisa que vivían exiliados en el palacio Barberini. Su demostrada fidelidad a la causa nacional y el aprecio que les mereció su obra condujeron al anciano monarca a nombrarlo su pintor de cámara.
En Roma, al igual que en París, Madrazo se familiarizó con la pintura internacional que estaba de actualidad, abrazando así la causa de la antigüedad y sus modelos escultóricos, el dibujo preciso y el colorido frío y distante tan habitual entre sus contemporáneos. Con estos supuestos pintó en Italia temas como la Muerte de Patroclo y La Muerte de Lucrecia de un ortodoxo neoclasicismo; también realizó cuidados retratos de personajes del ambiente artístico romano, entre ellos el del escultor Solá, otro artista pensionado, y el del célebre Canova.
Durante los últimos años de su estancia en Italia, realizó La Muerte de Viriato (Madrid, Casón del Buen Retiro) su obra más representativa, pero también la que fue más criticada cuando llegó con ella a España en 1818. El cuadro tiene todos los elementos característicos de una obra neoclásica de aparato. Narra el momento en que se descubre el cuerpo muerto del caudillo lusitano Viriato, asesinado por sus propios oficiales sobornados previamente por los romanos, el suceso desencadena la venganza de sus fieles, los soldados que aparecen a la derecha de la composición con las espadas en alto. La obra es de gran corrección técnica, con todos los personajes ataviados a la moda antigua, y su composición horizontal, con las figuras en un primer plano al modo de los relieves clásicos. El dibujo preciso, los contornos duros y el colorido frío, contribuyen a darle el aspecto ampuloso y falto de inmediatez tan habitual en la pintura neoclásica.
Hay que señalar el simbolismo del tema; las maniobras del ejército invasor romano para conseguir el asesinato del líder hispano bien podría identificarse con la lucha de España contra Napoleón, perfectamente asociado a la imagen del Imperio Romano. Esto no impidió que las críticas sobre el cuadro se multiplicasen al considerar que respondía a modos y usos extranjeros, aunque formaba parte de una serie que contaría con otros tres cuadros: Las exequias de Viriato, La capitulación de los romanos en Megara y La destrucción de Numancia, obras todas que reflejaban con el lenguaje internacional del neoclasicismo la historia local.
El regreso de José de Madrazo a España estuvo lleno de honores; fue nombrado Director de las clases de colorido de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, un puesto desde donde intervino a lo largo de su vida en la formación y enseñanza de los artistas y desde el que trató de reformar el sistema docente para modernizarlo a la manera de lo que había visto en el taller de David. Entre sus discípulos extendió el conocimiento de los grandes coloristas, Murillo, Velázquez, Rubens y los venecianos, maestros que se convierten en puntos de referencia ineludibles para los aprendices de pintores.
Su popularidad atrajo la atención del rey Fernando VII que le encomendó la reorganización del Museo del Prado inaugurado en el año 1819. También fue nombrado director del Real Establecimiento Litográfico, desde el que en 1826 inició en París la edición de La colección litográfica de cuadros del Rey de España, el Sr. D. Fernando VII, una ingente labor de catalogación y difusión de los cuadros que contenían las colecciones reales, obra que estuvo concluida en 1837. Fernando VII le nombró caballero de la Orden de Carlos III y primer pintor de Cámara. Realizó del monarca un pomposo retrato ecuestre (1821, Madrid, Museo Romántico) de dibujo preciso y falto de expresividad, aunque consiguió captar en el rostro la compleja personalidad del rey.
Madrazo cultivó una pintura académica y decorativa, como muestran las alegorías de la Aurora y el Mediodía del Casón del Buen Retiro, dos figuras aladas destinadas, según se piensa, al Casino de la Reina; ello no fue obstáculo para que se ganara buena fama como retratista con un estilo más próximo, por la naturalidad de los gestos y la corrección del dibujo, al público burgués que demandaba los retratos. De fecha temprana es el del Duque de Vilches (h. 1827, Madrid, Casón) que debe mucho a los modelos incipientemente románticos de Ingres; los retratos de la señorita Acebal (Colección privada) y de la princesa Carini también recuerdan la corrección de los modelos del pintor francés.
Enlace: OBRAS DE MADRAZO EN EL MUSEO DEL PRADO
Madrazo: Canovas del Castillo. |
- La variedad de sus actividades en el campo de las artes, convirtieron a Madrazo en el patriarca de una poderosa familia que alcanzó un gran peso en el arte español; intervienen en la docencia, en las empresas artísticas y en el asesoramiento del gobierno sobre temas de patrimonio artístico. Su hijo Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894) supo recoger las experiencias de su padre para convertirse en el pintor por excelencia del reinado de Isabel II. Fuente:
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